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Leseprobe:
Reflexiones de una pandemia con postre bélico
Reflexionen zu einer Pandemie mit kriegerischem Nachtisch
(Esther Morales Cañadas)
¡Mamá, por favor, déjame
vivir tranquilo!
(29.12.2021)
? ¡No! ¡no quiero ir!
? ¿Por qué no si siempre te has divertido?
? ¡Eso no es cierto, no!
? ¡Venga, no seas tan tiquismiquis! Ponte el chaquetón y coge
el cartel que te hice.
? ¡No y no! Y no quiero llevar ese cartel estúpido
? ¡Eres un desagradecido! ¡Venga ya!
? ¡Que no!
? ¿Qué tienes en contra de ese cartel?
? Yo no quiero decir lo que tú has escrito
? ¿Y qué es lo que querrías decir tú?
? Pues, simplemente que quiero ser el amigo de todos mis compañeros.
? ¡Ah, Hannes! Bien sabes que eso es imposible. Tú no puedes
ser el amigo de todos esos niños extranjeros y refugiados que hay
en tu clase. Son totalmente diferentes a nosotros.
? Y ¿por qué no? Su apariencia es de niños, tienen
cabeza, piernas y brazos como nosotros. Vale, ellos no tienen ropa de marca
ni tantos juguetes, pero son muy agradables. Además, cuando no podíamos
ir a la escuela a causa del Covid, el único compañero con
el que podía encontrarme y jugar era Amin que es del Líbano.
? ¿Y ahora es cuando me lo cuentas?
? Claro. Entonces estabas todo el día metida en el Home Office y
no te preocupabas nada por mí. Y papá estaba siempre por ahí.
Yo me sentía muy solo y me iba a la calle. Amin vive en el edificio
de los refugiados de aquí cerca y tenía a sus padres con él,
pero allí viven muchas personas juntas y los padres comprendían
que él quisiera salir de vez en cuando. Así éramos
los únicos que jugaban en la calle. Jugábamos estupendamente
y nos contábamos un montón de cosas y
? Mira, no me lo creo porque ellos no dominan nuestro idioma.
? Eso no es verdad. Él habla algo diferente a como yo hablo y, sin
embargo, nos podemos entender perfectamente.
? ¿Y por qué no te fuiste a jugar con Peter o con Henning?
? Porque, aunque ellos también estaban en casa, tienen hermanos y
hermanas con quienes pueden jugar y también sus padres se tomaron
el tiempo para estar con ellos. Y, cuando volvimos a la escuela y yo era
el único que no usaba la mascarilla, me tenía que sentar al
final del todo solo. Y en el recreo no quería nadie jugar conmigo;
solamente Amin aceptó que yo no llevara mascarilla.
? ¿Te das cuenta? Eso era algo muy injusto, tanto por parte del colegio
como de la sociedad y por eso tenemos que ir ahora a la manifestación
con carteles para reclamar nuestros derechos, esos que nos han quitado.
? No sé, mamá. Tú eres mi querida mamá, pero
es que yo no quiero ser diferente a los otros porque así siempre
me dejan solo. Además, nuestra profesora ha dicho que el Covid es
un virus muy maligno y que las pandemias solo se pueden combatir con las
vacunas.
? Ya, otra de la misma clase de personas que les gusta mentir a los niños.
¡Esto es el colmo! En fin, algún día llegarás
a comprender que yo tenía razón. Ahora obedece y vamos ya.
A Hannes no le quedó otro remedio que obedecer. Se puso el chaquetón
y se encascó el gorro hasta la nariz para que no lo fueran a reconocer.
En la plaza principal se reunían todos aquellos que habían
sido avisados por el mensaje de la red de Telegramm. Todos se
mostraban irritados y preparados a enfrentarse contra todo y contra todos.
Por supuesto que no llevaba nadie una mascarilla.
Hannes reconoció a muchos participantes de otras manifestaciones,
pues, ya desde su infancia había tenido que tomar parte en muchas.
Algunas de estas manifestaciones eran contra las centrales nucleares, otras
contra la industria del carbón mineral, otras en pro de los animales,
otras contra los refugiados, otras contra el lenguaje sexista, y muchas
más. Ahora los motivos eran la pandemia, las limitaciones producidas
por esta y también protestaban en contra de las vacunas.
El chico no había entendido todavía lo que pretendían
esas personas con tanta rabia. Esta vez lo envolvía el miedo. Había
escuchado que la abuela de Ella había muerto de Covid y que la hermana
de la profesora estaba muy enferma y se la habían llevado al hospital.
Por eso no sabía quién creer, si a su madre o a los otros.
De lo que sí estaba seguro es de que él no soportaba esa acumulación
de personas agresivas y, ante tal situación, comenzó a llorar,
pero su madre no se daba cuenta de ello porque estaba muy ocupada con sus
compañeros manifestantes.
Hannes deseaba volver a su casa, pero la madre ni lo oía, así
que se puso a chillar todo lo más fuerte que podía, tan fuerte
que la manifestación se paró por un instante y la madre, avergonzada
por su hijo, lo envió a casa.
El chico iba triste, sin sentido de la orientación, deprimido y como
un robot y no se dio cuenta de que cogía el camino falso hacia su
casa.
El día era muy frío y los primeros copos de nieve comenzaban
a cubrir el paisaje con un manto blanco. Hannes marcho, como un autómata
hacia el parque y se dejó caer sobre el corto césped. La nieve
seguía cayendo cada vez más intensamente y cubrió al
niño que estaba tumbado como cubrían las sabanas blancas al
Nino Jesús.
Hannes comenzó a soñar. Soñaba que estaba en un jardín
paradisíaco y muchos angelitos con su misma cara jugaban y hablaban
con él y todos juntos cantaban con dulces voces. En ese jardín
no existían las mentiras, todo era limpio y claro. Había árboles
que portaban frutos frescos. Otros, a cambio, estaban enfermos y los frutos
comidos por los gusanos, no obstante, no habían sido ni destruidos
ni habían perdido en importancia. También había niños
con ropa cara y elegante que jugaban con otros de ropa muy humilde y ninguno
tenía que sentirse solo. Había hormigueros de muchas hormigas
y otros en los que solo vivían unas cuantas, y todas encontraban
alimentos suficientes. Y los animales más débiles tampoco
tenían problemas en encontrar alimentos sin tener que competir. Las
personas mayores se mezclaban con los más pequeños como se
mezclan las florecillas silvestres en los prados. Los ancianos les contaban
a los niños historias sobre sus países. Decían que,
en otros tiempos, el mundo estaba marcado por dirigentes codiciosos de poder
y por guerras y que, en un momento dado, ellos se decidieron a no aceptar
nunca más esa forma de vida y, a cambio, poder vivir en una sociedad
con respeto, tolerancia y agradecimiento para poder conseguir un mundo de
paz.
Poco a poco, el sueño de Hannes se fue transformando y, de repente,
lo que veía eran niños en un hospital que eran curados por
médicos. Algunos, desgraciadamente, acaban muriéndose, pero
había muchos que los médicos los salvaban.
Todos estos sueños se revolvían en su cabeza y comenzó
a preguntarse si él no podría vivir en un mundo paradisíaco
como ese
El atardecer cayó como un telón de teatro y dejó que
Hannes siguiera durmiendo en la oscuridad.
Entretanto, la madre de Hannes había regresado a su casa y, como
no lo encontró allí, comenzó a llamar a las madres
de sus compañeros de colegio, pero nadie lo había visto. Entonces
alarmó a la policía que se dio a la búsqueda enseguida.
Y allí lo encontraron, en el parque. Tenía fiebre alta y no
podía contar nada, así que se lo llevaron al hospital. Enseguida
lo reconocieron y, como era de esperar, había cogido el omicrón.
Los médicos lucharon noche y día por salvarlo, pero estaba
muy enfermo.
Un día, cuando la madre fue a visitarlo, abrió sus ojitos
cansados y tomó la mano de ella. La madre se alegró por eso,
pero miraba a su hijo con gran preocupación. Entonces Hannes, con
su tan debilitada voz, se dirigió a su madre diciéndole:
? Mamita, espero que me hayas entendido por fin
¡Déjame,
por favor, vivir tranquilo
!
Y al mismo tiempo que las lágrimas de su madre se resbalaban por
las mejillas como una cascada, cerró Hannes los ojos para no abrirlos
ya nunca más.
Ahora ya se encuentra en aquel deseado y soñado mundo en el que rigen
la paz, el amor y el respeto entre todos. Ahí ha encontrado Hannes
su suerte y ya no se volverá a sentir nunca más solo.
Mama, lass mich bitte in Ruhe leben!
(29.12.2021)
-Nein, ich will nicht mitgehen!
-Wieso nicht? Du hast immer Spaß daran gehabt.
-Das stimmt nicht, gar nicht!
-Ach! Sei nicht so zimperlich. Ziehe deine Jacke an und nimm das Plakat,
das ich für dich gebastelt habe.
-Nein und nein! Und ich will nicht dieses blöde Plakat tragen.
-Du bist ein undankbares Kind. Na, komm schon!
-Nein und nein!
-Also, was hast du gegen dieses Plakat?
-Ich will nicht sagen, was du da geschrieben hast.
-Was wolltest du stattdessen schreiben?
-Einfach, dass ich allen meinen Mitschülern ein Freund sein will.
-Ach, Hannes! Du weißt, das ist unmöglich. Du kannst nicht
der Freund aller diesen ausländischen Kindern und Flüchtlinge
sein, die in deiner Klasse sind. Sie sind anders als wir.
-Wieso? Sie sehen aus wie Kinder, sie haben Kopf, Beine und Arme wie wir.
Na gut, sie haben keine Markenklamotten und kaum Spielzeug, aber sie sind
freundlich. Außerdem, als wir nicht in die Schule wegen Corona gehen
durften, war Amin aus dem Libanon, der einzige Kumpel, mit dem ich mich
treffen und spielen konnte.
-Und das erzählst du mir jetzt?
-Klar. Damals warst du den ganzen Tag im Homeoffice und achtetest überhaupt
nicht auf mich. Und Papa war immer unterwegs. Ich fühlte mich sehr
einsam und so ging ich auf die Straße. Amin wohnt in einem Flüchtlingslager
in der Nähe und hatte seine Eltern bei sich, aber dort sind viele
Menschen zusammen und die Eltern konnten es verstehen, dass er hin und
wieder rausgehen wollte. Also waren wir die Einzigen, die auf der Straße
spielten. Wir haben ganz toll zusammengespielt und uns gegenseitig viele
Sachen erzählt und
-Das glaube ich einfach nicht. Die beherrschen unsere Sprache nicht.
-Das stimmt nicht! Er spricht wohl etwas anders als ich, jedoch konnten
wir uns einwandfrei verstehen.
-Und warum hast du nicht mit Peter oder Henning gespielt?
-Sie waren alle zu Hause und sie haben Geschwister, mit den sie spielen
konnten. Auch seine Eltern haben viel mit ihnen gemacht. Und als die Schule
wieder begann und ich der Einzige war, der ohne Maske ging, musste ich
ganz hinten allein sitzen. In der Pause wollte kein Schüler mit mir
etwas zu tun haben. Nur Amin kam zu mir. Nur er akzeptierte, dass ich
keine Maske trug.
-Siehst du? Das war ungerecht von Seite der Schule und der Gesellschaft
und deswegen müssen wir jetzt zu der Demo gehen und mit Plakaten
unsere Rechte fordern, die sie uns weggenommen haben.
-Mama, ich weiß nicht. Du bist meine liebe Mama, aber ich will nicht
anders als die andere sein, denn so bleibe ich immer abseits und einsam.
Außerdem hat uns die Lehrerin gesagt, dass Corona ein sehr schlimmes
Virus ist und dass die Pandemien nur mit Impfungen bekämpft werden
können.
-Ja, noch eine von dieser Sorte, die euch Kinder belügen Das ist
das Letzte! Nun, eines Tages wirst du kapieren, dass ich Recht hatte.
Also, gehorche und komm schon.
Hannes blieb nichts anders übrig als zu gehorchen. Er zog seine Jacke
an und die Mütze tief ins Gesicht, um nicht erkannt zu werden.
Bei dem Hauptplatz versammelten sich alle, die durch den Messenger Telegramm
zu einem Spaziergang aufgefordert wurden. Sie zeigten sich
alle erregt und bereit, sich gegen alles und allen zu stellen ohne
Rücksicht auf Verluste. Selbstverständlich trug dabei niemand
eine Maske.
Hannes erkannte viele der Teilnehmer von anderen Demos. Er hatte von klein
an an solche Veranstaltungen teilnehmen müssen, sogar als Baby. Einige
dieser Demos waren gegen Atomkraft, andere gegen die Kohleindustrie, andere
für die Rettung der Tiere, dann gegen die Asylbewerber und gegen
die Geflüchtete, andere für eine politisch korrekte Sprache,
und so viele mehr. Jetzt war die Pandemie, deren Einschränkungen
und das Impfen das Motiv.
Hannes hatte bis jetzt gar nicht verstanden, was diese Menschen so wütend
wollten. Dieses Mal hatte er aber große Ängste. Er hatte gehört,
die Oma von Ella wäre an Corona gestorben und die Schwester der Lehrerin
wäre auch sehr krank im Krankenhaus gelandet. Er wusste in Wirklichkeit
nicht, wem er glauben sollte, seiner Mutter oder den anderen. Eines wusste
er aber sehr genau, dass er diesen Tumult von aggressiven Menschen nicht
ertragen konnte. Er fühlte sich in Bedrängnis und begann zu
weinen, aber seine Mutter merkte gar nichts, sie war sehr beschäftigt
mit ihren Mitstreitern.
Er wollte zurück nach Hause gehen, doch die Mutter hörte ihn
nicht. Und so schrie er so laut er konnte, so laut, dass die Demo stehen
blieb. Die Mutter, völlig verlegen, schickte ihn nach Hause.
Das Kind lief traurig, orientierungslos, deprimiert und wie ein Roboter
und nahm unabsichtlich einen Umweg nach Hause.
Der Tag war sehr kalt und die ersten Schneeflocken begannen die Landschaft
mit sanfter weißer Farbe zu bedecken. Hannes ging, wie einem Impuls
folgend zum Park und ließ sich auf dem verschneiten Rasen fallen.
Der Schnee fiel jetzt intensiver und bedeckte das liegende Kind wie die
Laken des Christkinds.
Er begann zu träumen. Er träumte, er würde sich in einem
paradiesischen Garten befinden. Viele Engelchen, von den einigen das Gesicht
von Amin hatten, spielten darin und sprachen und sangen mit leisem und
lieblichem Stimmen. In diesem Garten gab es keine Lügen, alles war
klar und real. Es gab Bäume, die dicke frische Früchte trugen,
andere waren dagegen etwas verdorben und die Früchte waren von Würmer
befallen. Dennoch hat man sie nicht vernichtet oder missachtet. Es gab
Kinder mit teuren Klamotten, die mit anderen, sehr bescheiden angezogenen
spielten, und keiner von ihnen musste sich einsam füllen. Es gab
Ameisengruben mit einer großen Bevölkerung, andere wiederum
nur mit vier oder fünf Ameisen, aber alle fanden genug Nahrung. Auch
schwache Tiere hatten kein Problem bei ihrer Suche nach Nahrung und mussten
nicht mit den starken konkurrieren. Alte Leute und Kinder mischten sich
ohne Probleme wie wilde Blumen in den Feldern. Die alten Leute erzählten
den Kindern Geschichten ihrer Länder. Sie sagten, früher war
die Welt von Machtgier und Kriegen gekennzeichnet, und dass sie sich entschieden
hatten, diese Lebensform nicht mehr zu akzeptieren und mit Respekt, Toleranz
und Dankbarkeit dem Frieden zugunsten, zu leben.
Nach einer Weile verwandelte sich der Traum von Hannes. Plötzlich
sah er Kinder in einem Krankenhaus, die von Ärzten versorgt wurden.
Einige starben traurigerweise, aber die meisten wurden von den Ärzten
gerettet.
All diese Träume rüttelten Hannes ein wenig aus seinem Schlaf
und er begann sich zu fragen, ob er nicht in so einer paradiesischen Welt
leben könnte
Die Abenddämmerung fiel fast plötzlich wie der Vorhang eines
Theaters und ließ Hannes noch weiter in der Dunkelheit schlafen.
Inzwischen war seine Mutter nach Hause zurückgekehrt. Da sie Hannes
dort nicht auffand, rief sie einige Mütter seiner Mitschüler
an, doch keine hatte Hannes gesehen. Dann entschloss sich, die Polizei
zu alarmieren, die sofort mit der Suche begann.
Und dort fanden sie ihn, im Park. Er fieberte und konnte nichts erzählen,
sodass er sofort ins Krankenhaus gefahren wurde. Man untersuchte ihn und
er war tatsächlich mit Omikron infiziert. Die Ärzte kämpften
Tag und Nacht um sein Leben, aber er war sehr, sehr krank.
Eines Tages, als die Mutter ihn besuchte, öffnete er seine müden
Äuglein und nahm die Hand seiner Mutter. Die Mutter erfreute sich
und betrachtete sein Kind voller Besorgnis.
Und mit sehr leiser Stimme wandte sich Hannes an seine Mutter und sagte:
-Mama, hast du mich jetzt verstanden...? dann lass mich bitte in Ruhe
leben
Und währen die Tränen der Mutter ihr Gesicht wie ein Wasserfall
befeuchteten, schlief Hannes ein, um nie wieder aufzuwachen.
Er ist jetzt in jener erwünschten und erträumten Welt, wo der
Frieden, die Liebe und der Respekt miteinander regieren. Und dort hat
Hannes sein Glück gefunden und wird sich nie wieder einsam fühlen.
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